sábado, 27 de diciembre de 2008

El muro de Berlin 1962
Henri Cartier-Bresson

Verte verde y cielo
verte en mis ojos y verdear
verte dispuesta a matarme;
sonríes.

Te haces verso
entre tantos otros y tanta lluvia,
Después verte toda otra vez, siempre verte
para sentirte en el viento.

Verte llevando tu nombre
de un color verde por la ciudad echa de un tirón
con avenidas y soledades
es verte libre.

Verte llevando mi nombre
en la ciudad donde uno solo
está echo de tantos pasos por las avenidas
es verse libre.

Como ves, el ver amarte en forma callada
y no dejar de verte reír es como ver el caos
y luego, todo existe en tanta ciudad
y tantos pasos y tanta avenida.

No tengo flores para darte,
se sacaron de tanto regarlas.
De tanto encender el fuego del amanecer con pesadillas,
no tengo sueños, solo despertares y crepúsculos.

Solo versos hechos, pobres versos
de verte yendo,
de verte venir
tan verde en tanto cielo y ciudad.
Tristeza de hombres

Que tristeza de hombres.
Hombres por las ventanas
por las noches,
por los días,
por los domingos,
que tristeza de hombres.
Cuantas revoluciones veladas
y sueños que fracasaron.
Tristes y ciegos
entre la multitud
de triste y sorda gente
que camina y suspira
en la ciudad.
Crónicas de hoy, tangos de ayer.
Como tristeza de negros pájaros despegando,
como pájaros de negro acero arribando,
hombres tristes.
Que tristeza.
El gato

En la noche, negra, madura,
demora el sol ante mi llegada
en tantos cantos de gallos,
un gato negro como aquellas,
las noches y las calles.

Ojos secos, carbón y alerta
luces del barrio y melancolía.
Gato, en mi espera
tan oscura, tan baldía.
Gato, en la espera
tan él, oscuro, baldío.
Gato, en mi llegada maullante
más oscura, más baldía.

Bajo silencio sostenido
de noches empedradas,
su mutis y su cola alerta
dicen en yeso;
dice… y calla.
Asiento tácito,
lamo mis heridas abiertas
en tanta tristeza de noche después de hora.
En silencio
termina sus palabras,
y vuelve sobre huellas desencantadas
como todos los gatos negros;
esquivo a lo grises del barrio y del día.

Vuelven grises a mí, a tenderme sus brazos
Ásperas palabras inútiles:
Alertas, ojos secos y carbón
Luces de amanecer barrial y melancolía de pasado el mediodía.
Palabras despedidas y esperadas.
para tanta espera de gatos que digo y no dije.

Crepusculares noches.
se anuncian y se posan
en las baldías sobras
de mi mismo y el madrugador
devenir,
a su turno.

El viento no cesa…
a toda prisa
marcha por el latir de las agujas,
por cuerdas desafinadas de la rutina.

Padres e hijos
despiden, con ojos, barriletes
sobre la cresta de la tarde.
El viento sopla las arenas
del día
y mañana otro arenal
y otro día
que ya se llevo, soplará.

Todo todo todo
va sobre él: los barriletes
hechos al tacto de los ojos
de niños y padres.
Despedidas forjadas
con mentiras de verdad y verdades
que no valen ni media mentira.
Palabras, como flores de jacarandá, al viento
que disipan la calma y
demoran el diluvio
mientras precipitan del cielo crueles
tristezas que manchan los dientes
y viajan en el viento
que todo todo
todo se lleva

Solo quedo yo,
calmo. Trae el viento
a mi viejo que se afeita unos años
y se va…
antes que a aquel cielo lejano
se lo termine de llevar todo
el viento,
que no cesa.

Perfecta


Eras perfecta…

pero te equivocaste.
Se acuno en el frío del invierno
mis dientes en tus labios
y nuestros cuerpos fueron viento
y la cuidad sonreía y murmuraba

Oh, momento y mirarte
deshaciéndote
Oh, momento y quererte
fabricándote.

Eras perfecta…
ahora,
eres mejor.