Henri Cartier-Bresson
Montevideanas
I.
Me voy. Yendo
llevo de ti tu recuerdo,
tu aliento de varios lunes.
No me olvides.
Cuida tu río de plomo y misterio,
tu cielo de luces y barro,
tus esquinas de ceniza y caras largas.
Me voy. Ciudad siempre alerta
no te impregnes
del carbón del recuerdo.
Adiós, me voy por ti.
No me olvides, estoy ahí.
Ciudad, te veré de lejos.
Volveré.
*
II.
llevo de ti tu recuerdo,
tu aliento de varios lunes.
No me olvides.
Cuida tu río de plomo y misterio,
tu cielo de luces y barro,
tus esquinas de ceniza y caras largas.
Me voy. Ciudad siempre alerta
no te impregnes
del carbón del recuerdo.
Adiós, me voy por ti.
No me olvides, estoy ahí.
Ciudad, te veré de lejos.
Volveré.
*
II.
Vengo de la furia, del ruido…
En silencio, el diluvio aislante lavo el cielo.
Barcos van mudos
pescan ojos boqueantes
de rumbo.
Al sinfín o a algún destino
miran
como siempre,
como los míos
miran, los golpea el río.
Vienen de la furia, del ruido…
Allá está mi cama vacía, mi Biblia y el calefón.
Mi ciudad, mis promesas
y mi nombre deje.
Allá, avecina el sol.
Amarillo y la rambla,
hija del rigor, se eriza.
Un auto dormido juega en su espalda.
Otra ciudad.
Montevideo, las siete, la mañana.
Llega la furia, el ruido.
En silencio, el diluvio aislante lavo el cielo.
Barcos van mudos
pescan ojos boqueantes
de rumbo.
Al sinfín o a algún destino
miran
como siempre,
como los míos
miran, los golpea el río.
Vienen de la furia, del ruido…
Allá está mi cama vacía, mi Biblia y el calefón.
Mi ciudad, mis promesas
y mi nombre deje.
Allá, avecina el sol.
Amarillo y la rambla,
hija del rigor, se eriza.
Un auto dormido juega en su espalda.
Otra ciudad.
Montevideo, las siete, la mañana.
Llega la furia, el ruido.
*
III.
Frente a la costa
un acorazado
se hunde, en llamas
lentamente hunde.
Algo ha muerto
y su recuerdo: un pájaro que emprende su vuelo;
es extinta luz.
Desde el faro viejo un brazo
te despide,
sale a tu rescate.
Es tarde, acorazado,
ya te hundiste
y flotas
como flotan las estrellas en el cielo,
en la profundidad del tiempo.
III.
Frente a la costa
un acorazado
se hunde, en llamas
lentamente hunde.
Algo ha muerto
y su recuerdo: un pájaro que emprende su vuelo;
es extinta luz.
Desde el faro viejo un brazo
te despide,
sale a tu rescate.
Es tarde, acorazado,
ya te hundiste
y flotas
como flotan las estrellas en el cielo,
en la profundidad del tiempo.