sábado, 11 de abril de 2009

Bruselas, 1932
Henri Cartier-Bresson


Montevideanas



I.
Me voy. Yendo
llevo de ti tu recuerdo,
tu aliento de varios lunes.
No me olvides.
Cuida tu río de plomo y misterio,
tu cielo de luces y barro,
tus esquinas de ceniza y caras largas.
Me voy. Ciudad siempre alerta
no te impregnes
del carbón del recuerdo.
Adiós, me voy por ti.
No me olvides, estoy ahí.
Ciudad, te veré de lejos.
Volveré.

*

II.
Vengo de la furia, del ruido…

En silencio, el diluvio aislante lavo el cielo.
Barcos van mudos
pescan ojos boqueantes
de rumbo.
Al sinfín o a algún destino
miran
como siempre,
como los míos
miran, los golpea el río.

Vienen de la furia, del ruido…

Allá está mi cama vacía, mi Biblia y el calefón.
Mi ciudad, mis promesas
y mi nombre deje.
Allá, avecina el sol.
Amarillo y la rambla,
hija del rigor, se eriza.
Un auto dormido juega en su espalda.

Otra ciudad.
Montevideo, las siete, la mañana.
Llega la furia, el ruido.

*

III.

Frente a la costa
un acorazado
se hunde, en llamas
lentamente hunde.
Algo ha muerto
y su recuerdo: un pájaro que emprende su vuelo;
es extinta luz.
Desde el faro viejo un brazo
te despide,
sale a tu rescate.
Es tarde, acorazado,
ya te hundiste
y flotas
como flotan las estrellas en el cielo,
en la profundidad del tiempo.