sábado, 25 de abril de 2009

Marsella, Francia 1932
Henri Cartier Bresson

Lo que somos

Somos penas
transitando, diluviando de quehaceres.
Relámpagos de rutina y apellidos
sin identidad.
El día paso ya,
ésta en sí mismo:
Petrificado, acero y frío.
Expectante, el cielo llama
al llanto de la noche redentora.
Sobre su espera, nosotros seguimos
en nuestro cielo,
mirandos los relojes
o mirando a otros que siguen
mirando relojes en su cielo.
Quedan en las manchas del sol,
enfermos mustios de abandono,
segmentos de floristas
vendedores de paraguas chinos,
rompecabezas de acordeonistas
sarajevinos de entre-guerra sin reparo.
No nos importa,
eso somos, indiferentes.
Sin preguntarnos, caminamos rápido
antes de que el cielo se caiga del todo
y la noche nos redima
y seamos otros.

sábado, 18 de abril de 2009


Downtown, New York 1947
Henry Cartier Bresson


Lluvia, dime
¿dónde está?. Dime.
Dejaré de emborracharme quejido,
de acuchillar mi guitarra tremola.
Cinco puñales gime su voz.

Lluvia, dime.
Necesito morir esta noche.
Morir limpio y entero.
Mañana naceré verde y sin olvido.

Ya se anuncian nuevas
luces de gris cemento bajo la ultima estrella,
los ángeles se mueren en el insomnio.

Lluvia, tráela.
Hay tanta soledad por deshacer.

*

Despierta sol,
llaman las llamas de los pájaros.
Los primeros laburantes en bicicletas,
las hojas amarillas paridas por el otoño
esperan mecerse en tus dedos, sol.

Ya es hora de salir
nos quedo pendiente una ciudad.
Cuando los paraguas cierren sus parpados
iré viajando en tus pestañas por los barrios
diciendo su nombre, ese nombre, que lleva mi vida.

Hay cafés sedientos, hay caras humeantes
hay diarios informados, hay borrachos sobrios
esperando que salgamos
a despejar las nubes grises de la duda
a secar las penas muertas de los empedrados.


sábado, 11 de abril de 2009

Bruselas, 1932
Henri Cartier-Bresson


Montevideanas



I.
Me voy. Yendo
llevo de ti tu recuerdo,
tu aliento de varios lunes.
No me olvides.
Cuida tu río de plomo y misterio,
tu cielo de luces y barro,
tus esquinas de ceniza y caras largas.
Me voy. Ciudad siempre alerta
no te impregnes
del carbón del recuerdo.
Adiós, me voy por ti.
No me olvides, estoy ahí.
Ciudad, te veré de lejos.
Volveré.

*

II.
Vengo de la furia, del ruido…

En silencio, el diluvio aislante lavo el cielo.
Barcos van mudos
pescan ojos boqueantes
de rumbo.
Al sinfín o a algún destino
miran
como siempre,
como los míos
miran, los golpea el río.

Vienen de la furia, del ruido…

Allá está mi cama vacía, mi Biblia y el calefón.
Mi ciudad, mis promesas
y mi nombre deje.
Allá, avecina el sol.
Amarillo y la rambla,
hija del rigor, se eriza.
Un auto dormido juega en su espalda.

Otra ciudad.
Montevideo, las siete, la mañana.
Llega la furia, el ruido.

*

III.

Frente a la costa
un acorazado
se hunde, en llamas
lentamente hunde.
Algo ha muerto
y su recuerdo: un pájaro que emprende su vuelo;
es extinta luz.
Desde el faro viejo un brazo
te despide,
sale a tu rescate.
Es tarde, acorazado,
ya te hundiste
y flotas
como flotan las estrellas en el cielo,
en la profundidad del tiempo.